Thursday, January 12, 2012

Lima...


Lima, ciudad de los reyes y los gallinazos:
Me llegó Lima de golpe, y no lo pude evitar. Las calles parecen ajenas, sacadas de alguna historia oscura de Poe: una ciudad con lo peor de Paris. Pero la luz de los estantes y los postes dan una vaga impresión de modernidad, la bulla y el ruido, una jungla tenebrosa llena de gente. Procesión. Personas que aunque llenas de color, se pierden como invisibles dentro de la multitud. Un caos de todos y ninguno, esa es Lima, la ingrata.
La lluvia que baña sus aceras, no es más que un conjunto de fluidos, muerte y conspiración que emanan de sus parroquianos. Los pasos se hunden y se pierden, pues ningún paso es igual al anterior cuando caminas por Lima; el orgullo queda debajo de la capital, debajo de las huellas cuando la ciudad despierta.
En un golpe de razas, Lima amanece casi riendo, con la resaca de todas las noches, con el resentimiento de un mal sexo. Los gallinazos se pasean y marcan territorio, las polillas vuelan a su escondite, y guardan sagrada castidad hasta la siguiente noche. Comienza la procesión, mientras la calle tiene sed de sangre. La Lima nos une y nos separa, mas nunca está satisfecha; es clasista y discriminadora, pero sigue invitándonos a vivirla.
Y miro la luna con detenimiento, luminosa hija apolítica del sol. En algún lugar del mundo hay alguien teniendo un orgasmo musical, en otro un orgasmo simplemente, en otro más una chica escribe un poema y no lo termina y lo deja morir enmohecido por el olvido; sin embargo yo pienso en Lima, en sus calles oscuras, llenas de sombras, su gente, las tiendas, los vagabundos, la basura, la violencia, la ultraviolencia, las drogas, y el poco pudor; se podría decir que es la puerta trasera del cielo. Un sufrimiento colonial a veces la invade, un sabor a gloria podrida, a nunca más. Entonces miro la luna nuevamente: en París la luna se ve igual que en Lima.

No comments:

Post a Comment