Buenos Aires ya no es.
O quizás soy yo quien ya no es.
Ella ya no es el espacio imaginario
del perfume a lluvia y a gris.
Ya no es el laberinto inconcluso
que entrelazaba destiempos,
la modernidad y lo atávico.
No es la vereda del beso improbable
ni la galería silenciosa de sombras
indagando consuelos.
Yo ya no soy la juventud eterna
que inventaba sentidos en libros ajenos
y en los escotes frescos.
(De Tomás del Oeste)
Se percibe el sentimiento
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