Tuesday, November 29, 2011

Un hombre moribundo...


Un hombre moribundo se aferra a la biblia en blanco. Busca su génesis, pero no lo encuentra. Condenado a milenios de soledad por no saber leer el silencio, llora impotente conociendo su destino. No hay salmo para su pena, no hay paz que alivie su condena. Ya no quedan secuaces que vigilen su afiebrado sueño, ya no hay turba ignorante postrada a sus pies. Los monstruos que forjó con su mente son ahora huéspedes permanentes de sus paredes. Y aúllan, lo llaman. Y se estiran gomosos, alquitranados, intentando tocarlo. El horror, el horror... un ácido que carcome hueso y seso, el horror, la moneda que cubre sus ojos.
El hombre moribundo perdió su mundo por no saber pedir perdón.
Sabrina Bonilla

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